domingo, 15 de agosto de 2010

Salí de casa de un humor excelente, contando las baldosas flojas y deteniéndome, siempre que fuese posible, en imaginar quien vivía dentro de cada casa, que llevaba la gente en los bolsillos, cómo se llamaban, si le gustaban los tallarines al dente, si se bañaban de frente o de espalda a la ducha, también buscaba saber que canciones sonaban en sus auriculares, si soñaban más con calesitas o con budines con almendras y cuando no se me cruzaba nadie, me detenía a jugar al TEG, con los países que representaban las nubes que firmaban el firmamento azul de aquel hermoso día de finales del invierno y mientras hacía todo esto me iba perdiendo, alejando de mi destino, hasta caer rendido sin, otra vez, haber hecho nada importante en todo el día y, ya lo sé, todo esto me pasa por que jamás aprendí a poner un punto, un solo punto...