Los cuerpos, felices y agraciados, yacían inmóviles tras la unión repetida y profunda. La respiración acompansada trasmitía una doble sensación de plenitud. Solamente las manos se buscaron. Ya no iban en buscar de las zonas erógenas, que tanto placer habían brindado. Era el instante de sosiego, de serenidad.
Te amo infinitamente, y no me voi a cansar de decirtelo. Gracias por hacerme tan, tan feliz :)
miércoles, 15 de septiembre de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario